Otra vez Susana. Otra vez ha opinado sobre temas que están lejos de ser su especialidad y otra vez ha desatado la polémica. En el mejor de los casos, porque también buena parte de la Argentina le ha dado la razón: que los pobres vayan al campo, que hagan su huerta, que críen gallinas para mitigar el hambre.
Eso es lo que ha dicho “la diva de los teléfonos” en una entrevista durante un brilloso evento en Punta del Este. “Que se arregle todo de una vez. Que dejen de hablar de la pobreza, y si hay mucha pobreza que la gente vaya al campo. Nosotros fuimos siempre el granero del mundo y hay que enseñarle a la gente del norte, por ejemplo, a plantar, a tener gallinas en el gallinero. Qué sé yo, cosas...”
No ha sido ni un chiste ni un barbarazo como aquel del dinosaurio vivo, en el que su ignorancia se convirtió en memes y una “perlita”. Incluso Susana salió exculpada por la sociedad cuando dijo: “el que mata debe morir. Termínenla con eso de los derechos humanos”, entendiendo que había hablado “en caliente” porque acababan de matar a un asistente suyo en un hecho de inseguridad.
Pero esta vez Susana se metió con el tema más sensible del momento, la pobreza. Hay al menos dos cuestiones para analizar en esa acción de decir: quién lo dijo y qué es verdaderamente lo que dijo.
La herejía del bárbaro
“Yo le llamo ‘la herejía del bárbaro’. Es la impunidad que tiene alguien que es ignorante en un tema, que de tan ignorante no le preocupa qué dirán otros sobre su opinión. Sólo opina. En cambio, alguien que sabe de un tema, que se forma, que investiga o que estudia, es mucho más cuidadoso para hablar de algo que no sabe”, sentencia Julio César Sal Paz, docente de la Facultad de Filosofía y Letras e investigador de Conicet.
En el caso de Susana, como el de tantos otros “ídolos” populares en Argentina, la supuesta legitimidad de su discurso viene dada exclusivamente por el éxito que detentan en el ambiente en el que se desempeñan. Y eso pareciera habilitarlos a opinar sobre cualquier asunto, por más que no sea el suyo. Otro ejemplo claro es Diego Maradona opinando sobre política, por ejemplo. El riesgo es que para muchos, lo que digan los ídolos es incuestionable.
“Siempre hemos tenido referentes, y sea del deporte, intelectuales o de la farándula. El tema es el alcance que tienen cada uno de estos. Seguramente lo que diga Susana tendrá más llegada que lo que un estudioso. Y en los tiempos presentes, las redes sociales funcionan como una inmensa caja de resonancia de esas opiniones”, señaló.
Lo que siguió a las declaraciones de Susana fue la reacción del público, que rápidamente se alineó con su pensamiento o la criticó con dureza. “Es lo que llamamos argumentación polémica. No hay interés de debatir ni de intercambiar ideas, ni de convencer a nadie. Solamente de emitir opinión. Es una manera poco crítica de mirar el mundo y quizás tenga que ver con nuestra educación enciclopedista, que nos prepara más para repetir conocimientos que para cuestionar nada. Al ídolo, en este caso, no se lo cuestiona: se está a favor o en contra”, advierte Sal Paz.
Mitomanías actualizadas
Susana mandó a los pobres al campo, primero, y luego habló de nosotros, del norte, como sinónimo de pobreza. Todo eso dijo en muy pocas palabras, pero detrás de ese discurso se anotan un sinfín de prejucios y estereotipos que configuran una “mitomanía”, como la define el antropólogo Alejandro Grimson.
“Lo de Susana Gimenez es una muestra más de una mirada discriminatoria del centro hacia la periferia. El centro, asociado al progreso y a lo moderno versus la periferia, el atraso, en donde debe confinarse la pobreza. Es una idea muy vieja, de fines del siglo XVIII pero que cobró mucha fuerza durante todo el XIX, estudiada por Grimson. Y cuando creemos que lo vamos superando, aparecen estas voces (la de Susana en este caso) que le da un nuevo espaldarazo a este supuesto juego de opuestos, el centro versus la periferia. Que, a esta altura, está claro que es una oposición que no existe”, señala Paula Storni, docente de Cultura de la Comunicación en la Facultad de Filosofía y Letras.
¿Quién cuestiona el discurso de Susana Giménez? ¿A quién le han hecho ruido sus palabras? “No es que no se la cuestione, el tema es quién. Ella reproduciendo esos estereotipos habla por ella y por determinado sector social que piensa de ese modo. Los que la cuestionen serán principalmente los intelectuales, pero la gente con un sentido menos crítico lo reproduce tal cual lo escucha, sea la barbaridad que sea. Ahí radica el problema y el riesgo. Por eso también cabe la pregunta de por qué los medios lex hacen preguntas y les siguen dando voz a personalidades que no manejan los temas de los que hablan”, reflexiona Storni.
En ese sentido, dice Sal Paz, hay una responsabilidad compartida: entre el que enuncia, los medios que le dan voz y el público que reproduce ciegamente opiniones.